lunes, 22 de abril de 2013

Visita a los petroglifos del Cerro Colorado y Chiquihuitlán

La mañana de hoy pude acompañar al personal del Museo Regional, a la regidora de Cultura del Ayuntamiento y al arqueólogo de El Colegio de Michoacán, Rodrigo Esparza, a visitar los petroglifos que se encuentran en el Cerro Colorado y en el ejido de Chiquihuitlán, dentro del municipio de Autlán.
El recorrido comenzó poco después de las 11:00 hrs. en el Cerro Colorado, entrando por el barrio de Las Bateas y siguiendo el camino rústico que sube hasta la cima. A un par de kilómetros de comenzar el ascenso, muy cerca del camino al lado izquierdo, está una piedra basáltica de forma plana, de unos cinco metros de largo por dos de ancho, cubierta en buena parte con espirales grabadas, cada una con una anchura promedio de 25 cms. Más o menos la mitad de la piedra presenta daños graves, presumiblemente por acción de los elementos naturales, por lo que los grabados que pudiera haber en esa parte de la piedra se han perdido.
El arqueólogo Esparza explicó que los grabados de círculos y espirales suelen corresponder a señalamientos de lugares donde había agua, por lo que se podría presumir que estaría relacionada con el relativamente cercano arroyo de La Caja. Buscando en los alrededores encontró algunas piedras con muestras de haber sido trabajadas para fabricar herramientas, como cuchillos o raederas, por lo que también sugirió que este lugar, donde abundan las piedras de distintos tamaños, pudiera haber sido un taller.

Dos imágenes de la piedra del Cerro Colorado.


Después de una hora de llegar al Cerro Colorado partimos rumbo al ejido de Chiquihuitlán. Poco antes de llegar a la comunidad de ese nombre tomamos la desviación a la derecha, que corre paralela al arroyo de El Cajete. Aproximadamente dos kilómetros camino arriba, justo donde inicia otra desviación que baja al arroyo, descendimos para ver una piedra grabada que se encuentra casi en su lecho. Tiene forma alargada y plana, de unos seis metros de largo por uno y medio de ancho, y presenta dos líneas en zigzag grabadas a todo lo largo y un rudimentario personaje grabado al lado de las líneas. En la parte superior de la piedra hay vestigios de otra figura grabada, aunque con un estado tan avanzado de deterioro que es imposible distinguirla con claridad. La piedra aparece quebrada en las partes superior e inferior, por lo que, de existir más grabados en esas partes, ahora se han perdido.
El arqueólogo Esparza se mostró sorprendido por las líneas en zigzag, dijo no haber visto figuras similares en otros lugares de Jalisco. Sobre eso y el personaje que aparece grabado, dijo que es posible que sirvieran para marcar un lugar donde se realizaban ceremonias o rituales, debido a que los grabados antropomorfos suelen representar a chamanes o sacerdotes.

Dos imágenes de la piedra Chiquihuitlán 1.



Volviendo al camino principal y caminando otro par de kilómetros hacia arriba, llegamos a la última piedra que visitamos hoy, que se encuentra justo a la orilla del camino. De forma ovoide, mide más o menos un metro de altura por uno y medio de largo y está llena de grabados en forma de círculos concéntricos, sin un orden aparente pero todavía en regular estado de conservación, lo que los hace fácilmente visibles. El arqueólogo opinó que posiblemente fuera también un indicador de la cercanía de cuerpos de agua (la piedra está a unos veinte metros del lecho del arroyo) o de manantiales.

Dos imágenes de la piedra Chiquihuitlán 2.



Sobre los tres sitios visitados hoy, Esparza tomó datos de ubicación y características y sugirió que podrían datar de alrededor del siglo V d. C., a juzgar por el desgaste de los grabados y el estado general de las piedras. Recomendó a las autoridades municipales, por medio de la regidora y de la directora del Museo Regional, que se registren estos tres sitios ante la oficina del INAH Jalisco para que se incluyan en la base de datos de sitios arqueológicos del Estado y puedan ser protegidos legalmente en el futuro.

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