martes, 13 de febrero de 2024

El discordante festejo del Carnaval en la Alameda

La Guishi Funk en plena acción. Foto de Adrián López.

 Desde la década de 1970 el Carnaval de Autlán comenzó a diversificarse. En esos años, cuando la fiesta principal de Autlán era organizada por la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material se introdujo la idea de que los autlenses y visitantes tuvieran acceso a una mayor variedad de actividades y no solo a las que se desarrollaban en la plaza de toros o en los salones de baile. Así nació lo que en algún tiempo se llamaría FestiCarnaval Popular, luego simplemente programa cultural y sus derivados recientes, como el Teatro del Pueblo y el Carnaval Alternativo, concebidos como una forma de atender a los segmentos de la población que demandan formas de festejar diferentes.

En el Carnaval de 2024 no faltaron el Teatro del Pueblo, esta vez ubicado en la calle Ernesto Medina Lima del centro de Autlán, ni el Carnaval Alternativo, en su sede habitual de la Alameda, que ocupa desde su primera edición, en el Carnaval 2015. En ese espacio, cuya historia como lugar de esparcimiento y encuentro ya rebasa ampliamente el siglo, se desarrolló durante las noches del viernes 9 y del sábado 10 de febrero, una serie de conciertos de bandas locales, o conformadas en parte por músicos locales, que ofrecieron un amplio abanico de estilos, géneros y, en algunos casos, propuestas originales, que esta vez contaron con una sonorización más adecuada para la apreciación de su trabajo.

El escenario de la Alameda fue el centro de la celebración del Carnaval Alternativo; al fondo de él, sujeto a las columnas que lo complementan desde su construcción, lució el mural Efímero, de la artista autlense Carmen Dom, una abstracción de color y brillo logrado mediante trazos firmes y formas y colores contrastantes, una representación visual del Carnaval. Ella explicó, cuando se realizó la inauguración formal del Carnaval Alternativo, que realizó esta obra a petición, “urgente”, de las autoridades municipales; dijo que plasmó “los elementos de un carnaval, pero de manera más alternativa y urbana, su nombre representa lo efímero de las fiestas y de la estadía del mural en el escenario”.

Lilith en el escenario, con Efímero como fondo.


Entre Efímero y el alternativo público de la región se presentaron catorce propuestas musicales, diversas, arriesgadas algunas, otras más convencionales. El público, por cierto, fue tan diverso como las bandas que subieron al escenario: se podían ver lo mismo adolescentes que conocían a la perfección la música de las bandas más nuevas que chavorrucos de escaso cabello y abdomen abultado, señores de la tercera edad y niños. Nos llamó la atención la discreta presencia de camisetas de grupos de rock, que en otros tiempos eran la constante en los conciertos de este tipo, de entre ellas eran mayoría en este Carnaval Alternativo las que recordaban a Nirvana, muy por encima de las de bandas metaleras. Los encargados del sonido hacían sonar, mientras la siguiente banda se preparaba para tocar, canciones clásicas del rock de otras décadas: varias veces escuchamos Sultans of swing y La Grange, pero también música de AC/DC, Caifanes y otras bandas.

El ánimo general fue, como siempre, festivo, de apoyo a quienes estaban sobre el escenario, aunque, también como siempre, fue de menos a más: las primeras bandas de cada jornada tuvieron que tocar para muy pocas personas, mientras que las estelares ya lo hicieron para un público numeroso y animado.

La jornada del viernes 9 de febrero comenzó poco después de las 18:30 horas, con la actuación del rapero Suburban Free, quien cedió el escenario a la banda Los Hijos de Pérez, integrada por viejos lobos de mar como Israel Iglesias en la batería y Carlos Arteaga en la guitarra y voz, complementados con otra guitarra y una muy buena voz femenina. Ellos interpretan lo que llamaron “nuevos oldies”, es decir, música que fue popular en los años 1990 y 2000: The Sacados, Britney Spears, La Ley, Guns n´ Roses…

La siguiente banda subió al escenario ya con un poco de más público. Fue el cuarteto Lilith, integrado por cuatro jovencísimas chicas autlenses que ofrecieron un concierto de rock de aproximadamente media hora, con la alineación básica de este género: bajo, dos guitarras, batería y voces. Aunque no fue este precisamente su debut, sí fue una de sus primeras presentaciones. El cuarto turno fue para el cantante Alí Sosa, quien se presentó acompañado de batería, dos guitarras y bajo para cantar versiones rockeras de canciones como Maracas, de Joan Sebastian, De rodillas te pido, de Pepe Sosa (su padre), entre muchas otras, originalmente compuestas en otros géneros.

La Factory fue la siguiente banda sobre el escenario, integrada por nueve músicos originarios de Autlán y de El Grullo (batería, percusiones, bajo, guitarras, teclados, saxofón, voces) que tocan versiones en ska de piezas como Provócame, Mal bicho o el himno grullense Rompiendo el silencio. A estas alturas ya podíamos decir que veíamos a las bandas estelares de la noche, lo que se confirmó con la actuación de Night Secrets, banda autlense de rock/metal que se ha vuelto recurrente en los escenarios de la región en los últimos años y que en esta velada aportó una dosis de energía, que se manifestó bajo el escenario con el slam, los aplausos y otras expresiones de aprobación y de buena comunicación entre el público y los músicos. Con una alineación integrada por dos guitarras, bajo, batería y voces, Night Secrets tocó música de su propio repertorio, desde las conocidas Ya no regreses o Extrayendo mis demonios hasta un par de estrenos.

Night Secrets.


El último turno de la noche fue para el debut autlense de la banda tapatía La Vida Mía, del que se había formado una gran expectativa desde el anuncio del programa del Carnaval Alternativo. Integrada por Lalo en la guitarra, Richie Arreola (Belanova) en el bajo y los autlenses Itzel Vidrio en la voz y Tavo Álvarez en la batería, La Vida Mía tiene un estilo que mezcla géneros como hip hop, rock y pop con letras (compuestas por Itzel) en las que se abordan temas sociales como la violencia de género, feminismo (Amén) o que asemejan versiones femeninas de las letras típicas del reguetón (El gato). Aunque esta banda no había debutado en Autlán y su historia no es aún muy larga, ya había un sector del público que coreaba sus letras completas.

La segunda jornada del Carnaval Alternativo, la tarde del sábado 10 de febrero, comenzó a la misma hora que la del viernes, con la actuación de la banda autlense de rock Vanilla Creep, que interpretó algunos covers para dar paso a una propuesta de las más novedosas que pudimos ver en este par de veladas: Tamal 8, una mezcla de secuencias electrónicas y bajo eléctrico ejecutados por una misma persona, que se hace acompañar en el escenario por un maniquí enmascarado. Una experiencia sonora y visual que hay que vivir.

Los Miopes subieron enseguida al escenario para tocar algunos covers a canciones de rock en inglés y en español, pop y hasta grupera, mezcladas con un par de piezas originales, cediendo el lugar a Los Náufragos, que tocaron una sesión de jazz en la que interpretaron versiones a piezas conocidas, como Watermelon man o Take five. Los Náufragos alinearon con Martín Rivera en las percusiones, Efrén Ramírez en el bajo, Omar de Dios en la batería y Daniel Becerra en el saxofón, con el refuerzo del guitarrista colimense Juan Manuel Jiménez.

Ante la ausencia, por causas de fuerza mayor, de la banda Doc Rock, subió al escenario el rapero Giovanni Landeros, quien abrió su breve actuación con la pieza Chiquero. Kortlivad sería la penúltima banda de esta jornada; con un sonido potente y ya bastante maduro lograron prender por primera vez en la velada el slam, entre el público ya numeroso (para los estándares rockeros regionales) que los sigue a sus presentaciones. Su concierto duró casi una hora, en la que interpretaron mayoritariamente su propia música.

La Guishi Funk.


El número estelar de esta segunda jornada fue el reencuentro de La Guishi Funk con el público autlense, luego de varios años de no presentarse por aquí. Esta banda, que ya está cercana a cumplir sus 15 años de carrera, se ha caracterizado desde sus inicios por su flexibilidad: la hemos escuchado como trío de guitarra, bajo y batería, con inclusión de instrumentos como trombón, teclados o percusiones y con cambios en su alineación, ya sea momentáneos o definitivos. Tiempos hubo, a principios de la década pasada, en que La Guishi Funk fue recurrente de los escenarios locales: estuvo en la primera edición del festival La Pachanga, en los festivales navideños de Autlán, en el Carnaval y en conciertos organizados por particulares; desde hace unos diez años su historia se ha seguido desarrollando en Guadalajara, donde ha realizado grabaciones y ha desarrollado su sonido con una notable evolución. En este reencuentro con Autlán, la banda alineó con Luis Shatter en los teclados, Peri Durán en el bajo, Armando Curiel en la batería, DJ Fukushima en la tornamesa, el panameño Carlitos Díaz en el saxofón, el cubano Lincoln Chocolate en la trompeta y Pipo Durán en la guitarra, una instrumentación más nutrida y un sonido mucho más rico que la última vez que los vimos. El concierto de La Guishi Funk mezcló jazz, rock y funk, con largos pasajes de improvisación y solos de los distintos instrumentos, sobre todo de los metales, en los que pudimos notar el virtuosismo de sus ejecutantes. Su presentación, ampliamente aplaudida por un público muy prendido, terminó con su clásica y muy recordada Tanke de tejuino.

Este Carnaval Alternativo demostró la existencia de un público para el rock, el jazz y otros géneros diversos y que no todo el Carnaval de Autlán se desarrolla alrededor de la plaza de toros. Depende de ese mismo público que estos espacios sigan abiertos.

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