De izq. a der.: Guillermo Tovar, Andrés Salmerón, Ricardo Esparza y Guadalupe Romero. |
Los panelistas fueron el señor
Andrés Salmerón Sánchez, quien fuera obrero durante aproximadamente diez años; el
ingeniero Ricardo Esparza Contreras, uno de los responsables de la carga de
mineral en el puerto de Manzanillo y de la seguridad industrial, y el señor
José Guadalupe Romero Ponce, encargado de pagar la nómina. Todos ellos trabajaron
en las instalaciones del cerro de San Francisco y conocieron bien la forma de
trabajo y de vida de los mineros en Autlán.
El panel fue moderado por el
cronista de Autlán, Guillermo Tovar Vázquez, y estuvo dividido en tres rondas,
en cada una de las cuales los panelistas respondían alguna pregunta sobre el
tema de esa ronda, desde el punto de vista del departamento de la empresa en el
que trabajaron. La primera fue sobre la rutina de trabajo de un trabajador de
la mina de San Francisco, la segunda sobre la vida en Autlán en los años de la
mina y la tercera sobre los aportes de la Compañía Minera Autlán al desarrollo
de la región.
En la primera ronda, don Andrés
recordó la peligrosidad del trabajo en el tiro de la mina y cómo la extracción
se dividía en distintas etapas dentro del tiro, como frentes, cortes o “chiflones”,
para llevar el mineral hacia el exterior con el uso escrepas que lo colocaban
en un cañón, de donde era arrastrado a unas tolvas y de donde, a su vez, caía a
unos carritos para llevarlo a la superficie. El trabajo bajo tierra era pesado
y se perdía la noción del tiempo porque no se sabía la hora que estaba transcurriendo,
puesto que no se podía portar reloj. No faltó, desde luego, el buen recuerdo de
sus compañeros y directivos: “todavía sueño que trabajo en la mina”, afirmó.
El ingeniero Esparza recordó su
llegada al pueblo para trabajar en la mina, luego de rechazar un contrato con
la American Steel para ligarse a la Compañía Minera Autlán, una empresa nueva
dirigida por inversionistas e ingenieros mexicanos. Su primera impresión de
Autlán fue triste, recordó, puesto que el pueblo estaba oscuro; su primer
hospedaje fue precisamente en la Pensión Corona, que con el tiempo se
convertiría en la Casa Universitaria. En su primer día de trabajo el ingeniero
José Zozaya le recomendó que aprendiera el trabajo de los obreros, para que
ellos a su vez lo respetaran: así, empezó a trabajar por las tardes, al
terminar su turno, como obrero, perforista, ademador y haciendo otras tareas
básicas, con lo que conoció todos los procesos de la mina. Sin embargo, su
primer puesto fue de jefe de seguridad, con una experiencia previa de dos años
en minas de Guanajuato, desde donde logró salvar vidas al entrenar a los obreros
para prevenir accidentes y actuar cuando ocurría alguno.
Don Guadalupe Romero recordó los
métodos de control de asistencia de los obreros, mediante tarjetas en las que
se anotaba si el trabajador había asistido o no a trabajar, así como el puesto
que había desempeñado, para obtener la cantidad que se le debía pagar a cada uno.
Cuando se tenía el total de la nómina, con sueldos y otros conceptos y
descontando retenciones o descuentos, se mandaba pedir la cantidad al banco
para, enseguida, llenar los sobres de todos los trabajadores hasta llegar al
último sobre, llamado “el sobre de la verdad”: si en éste había alguna
diferencia había que revisar el resto de los sobres (se llenaban cientos en
cada semana) para saber dónde había quedado la diferencia. Al final del mes se
calculaba, además, lo que cada trabajador debía pagar por concepto de Impuesto Sobre
la Renta. Todo esto sin programas de cómputo, todos los cálculos debían hacerse
de forma manual.
En la segunda ronda, don Andrés
Salmerón recordó la celebración del Día del Minero, 11 de julio, con bailes,
comida, torneos deportivos y otras actividades. El ingeniero Esparza recordó que
los trabajadores de la mina que llegaron de fuera se integraron bien a la
comunidad autlense, muchos de ellos encontraron aquí a quienes serían sus
parejas y formaron familias: él mismo se casó con una autlense, recordándola
dijo que la mejor decisión que pudo tomar fue venir a Autlán. En opinión del
señor Romero, todos los sábados muchos de los mineros llegaban a beber cerveza
en una tienda de abarrotes ubicada en el cruce de las calles de Clemente Amaya
e Hidalgo, donde hoy funciona una paletería. Durante el Carnaval la empresa no
suspendía actividades, si algún minero faltaba a su trabajo por salir a
festejar, se le descontaba el día. Sin embargo, sí participaban de las fiestas
carnavalescas en sus días de descanso.
Para la última ronda, don Andrés
recordó algunos cambios en la fisonomía de Autlán en los años de la mina: la
mejora en el alumbrado público, que permitió que el día de los autlenses se
hiciera más largo y se pudieran hacer actividades fuera de casa durante más
horas; el aumento en el dinero circulante en el pueblo gracias a los sueldos de
los trabajadores, que consumían una mayor variedad de productos, todo eso lo resumió
como que los autlenses gozaron de la prosperidad del pueblo. el ingeniero
Esparza recordó la preparatoria de Autlán, que abrió en 1959 y en cuya
plantilla docente participaron varios de los profesionistas que trabajaban en
la mina: enseñaron matemáticas, física, química, biología y otras materias,
aportando de esta forma al desarrollo intelectual de la región. Por su parte
don Lupe Romero habló de cómo los trabajadores de la Compañía Minera Autlán tenían
todas las prestaciones de ley, como el pago de los siete días de la semana, con
uno de descanso; el pago de aguinaldo, vacaciones y liquidación, mismas que los
patrones locales no otorgaban antes. Pero la empresa también ofrecía servicios
como los de la clínica San Francisco o del hospital de Las Montañas, donde
tenía rentadas dos habitaciones para casos especiales, a los que no estaba obligada
por la ley. Esto también lo consideró un aporte al desarrollo del pueblo. El
ingeniero Esparza abundó en este tema recordando cómo la empresa combatió la
incidencia de la enfermedad conocida como manganesismo, una afectación al
sistema nervioso central debida a la inhalación o ingesta de polvo de manganeso:
contrató al médico cubano Peñalver Ballina para analizar la presencia de este
mineral en el cuerpo de los trabajadores, para retirarlos de la actividad en el
tiro si fuera necesario y para atender los casos avanzados que se heredaron de
los anteriores dueños de la mina. Aquí se hizo investigación, prevención y
tratamiento de esta enfermedad.
Saludos a Don Lupe Romero y al ingeniero Esparza, que talvez me reconozcan, soy Gilberto Horta Pelayo, que en años mozos, ahora octogenario, fui empleado de la mina y trabajé en las oficinas de ingenieros, encabezados entonces por el Ing. Calvillo, la hacia de "office boy", luego en la oficina del departamento de concentrados con el Ing. Bernal para mas tarde, y finalmente hacerlo bajo las ordenes del Ing. Zozaya. Alterné, en la recién inaugurada radiodifusora XELD, como locutor en las dos ultimas horas de transmisión de la misma, como referencia haber si me recuerdan. Lo siento haberme perdido la oportunidad de encontrarlos en esta ocasión.
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