domingo, 31 de enero de 2021

Diligencias de Zacapala: eco de las voces de un pueblo desaparecido


 

“…en nuestras propias tierras y casas que heredamos de nuestros padres y abuelos, las cuales tenemos hoy día y de tiempos innumerables a esta parte poblados y cultivados…”

Fragmento del testimonio de los habitantes de Zacapala.

El pueblo de Zacapala se levantaba a orillas del río Ayuquila, en las inmediaciones de donde ahora se encuentra el ingenio Melchor Ocampo. Es uno de los pueblos que describió la expedición de Francisco Cortés de San Buenaventura en marzo de 1525, cuando llegaron al valle de Autlán los primeros españoles. Para entonces Zacapala tenía una población de aproximadamente 840 personas.

A lo largo de su historia, Zacapala cobró una cierta importancia política y social en el concierto de los pueblos del valle: por ejemplo, en su visita del 30 de enero de 1740 a Autlán el obispo de Guadalajara, Juan Leandro Gómez de Parada, consagró una campana para el templo de este pueblo; además, en 1823 se instaló ahí una de las juntas (las otras tres se instalaron en el centro de Autlán, en el barrio de Las Montañas y en el pueblo de Tepospizaloya) para las elecciones del primer Congreso Constitucional de nuestro país. A pesar de esto, Zacapala se despobló por completo a finales del siglo XIX dando origen o acrecentando la población, según algunas versiones, del pueblo de El Grullo. Para 1885 el Congreso de Jalisco, mediante el decreto 171, suprimía la comisaría municipal de Zacapala dejándola solo con la categoría de comisaría de policía, lo que nos habla de la decadencia que ya sufría esta población. Aunque los documentos oficiales no nos hablan con claridad de esto, no es difícil imaginar el sufrimiento de los habitantes de una población al verse obligados, por cualquier circunstancia, a abandonar su terruño y sus posesiones.

En Diligencias de Zacapala. Defensa de la tierra en el valle de Autlán 1591-1592, don Gabriel Michel Padilla, cronista de El Limón, nos da a conocer un expediente que no por oficial deja de ser transparente a las emociones y sentimientos de sus protagonistas: se trata de la solicitud que hizo el español Bernardino de Sámano al virrey Luis de Velasco, hijo, de la merced de una estancia de ganado mayor y dos caballerías de tierra precisamente en los terrenos donde tenían sus milpas los indios de Zacapala.

A la solicitud de esta merced el virrey activó el procedimiento legal correspondiente: ordenó al alcalde mayor de Autlán, Gonzalo Velázquez de Lara, a cuya jurisdicción estaba sujeto Zacapala, de validar la pertinencia de la misma acudiendo a las tierras solicitadas, pidiendo su opinión a los vecinos de los pueblos indios aledaños para conocer si de concederse la merced tuvieran ellos alguna afectación y escuchando también a los representantes del solicitante (era vecino de la ciudad de México y nombró entre los vecinos españoles de Autlán a cuatro que lo representaran en esta diligencia). El alcalde siguió al pie de la letra cada uno de los pasos del procedimiento, dando al testimonio de los indígenas el mismo valor que al de los españoles: nombró, incluso, un intérprete para explicarles de lo que trataba la diligencia y para escuchar sus alegatos.

En el libro, don Gabriel nos ofrece un tesoro documental para la historiografía regional. Además de la reproducción facsimilar de cada foja del expediente y su transcripción (el penoso trabajo de paleografía estuvo a cargo del finado Enrique Trujillo González, cronista de San Gabriel, quien también hace el prólogo), el autor del libro hace reflexiones alrededor de cada uno de los documentos, en las que llama la atención sobre puntos finos que en ellos se mencionan: desde los productos que se cosechaban en las tierras en disputa hasta la despoblación o migración que ya se observaba en esos años en nuestra región, pasando por la fisonomía del paisaje, el tono de las declaraciones de las partes y hasta el origen racial de los participantes en la diligencia, entre los que hallamos españoles e indígenas pero también mulatos, entre muchos otros asuntos.

Un elemento no menor en el expediente es un mapa de las tierras solicitadas y sus alrededores, realizado como parte de la diligencia y que don Gabriel incluye en el libro, con la transcripción de los nombres de los lugares. Es una bellísima representación de esa parte del valle, partida en dos por el río Ayuquila y en el que el dibujante representó, incluso, los volcanes de Colima en uno de los extremos, como para servir de referencia. Podemos pasar horas contemplando las afinidades entre ese extremo de la Sierra de la Vainilla y cómo fue dibujado por el autor, descubriendo dónde estuvieron cada uno de los pueblos referidos y dónde se encuentran los pueblos que actualmente se asientan en ese rincón del valle.

Diligencias de Zacapala es una aportación de gran importancia para el conocimiento de la historia del valle de Autlán y un acto de justicia al rescatar la voz de sus primeros habitantes

Este libro fue publicado recientemente, apenas en agosto de 2020. Si está usted interesado en conseguir un ejemplar puede comunicarse a este blog o directamente con el autor, en el correo electrónico tonantzin2009@yahoo.com.

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