jueves, 28 de enero de 2021

Voces sepultadas en los archivos 22: dos proclamas de Antonio Rojas


 Valientes soldados de Jalisco, probad al mundo que sois dignos del suelo que os vio nacer. ¡Guerra sin tregua a franceses y traidores! ¡Protección incesante a nuestros hermanos!

Entre el tesoro documental que guarda el Archivo Histórico Municipal de Autlán se encuentran, en la caja correspondiente a los papeles de 1864, dos proclamas publicadas por el coronel Antonio Rojas, fechadas en Zacoalco de Torres el 2 de enero de 1864. Impresas por J. M. Fuentes, las dos proclamas están pegadas entre sí, formando una especie de folleto de solo dos hojas, con un rótulo a manera de portada que escuetamente dice “Proclamas de Antonio Rojas. Ene. 2, 1864”. Este rótulo es mucho más reciente que las proclamas, a juzgar por la etiqueta con pegamento en que está escrito y a que está formado con letras de máquina de escribir.

Las dos hojas están encabezadas por la frase “El C. Coronel Antonio Rojas” y, a renglón seguido, se indica a quién están dirigidas: “A sus compañeros de armas” la primera y “A sus conciudadanos” la segunda. Ambas están redactadas en un tono muy firme pero conciliador, el coronel Rojas llama a la reconciliación de los mexicanos luego de los desórdenes y las heridas que dejó la reciente Guerra de Reforma (entonces llamada simplemente la Revolución), a perdonar los agravios y unirse para rechazar al invasor francés y a los traidores que fueron a traerlo de Europa. Aunque reconoce que la Revolución causó desmanes entre la población, afirma que éstos han sido disimulados entre hermanos y pide recordar las “gloriosas conquistas” que logró por el pueblo y para el pueblo.

A los soldados, aunque parezca incongruente con lo que ocurrió en la realidad, les exige respetar la integridad y los bienes de los mexicanos, en el siguiente tenor: “De vuestro patriotismo exijo un inviolable respeto a las vidas y propiedades de todo ciudadano, sea del partido que fuere, pues hoy todos somos mexicanos”. Poco antes les advierte que “el menor exceso de vuestra parte será un crimen de lesa nación y como tal será castigado irremisiblemente”.

A los ciudadanos les pide fe y abnegación para la defensa de la Patria y les advierte que es a ellos a quienes toca la expiación por la traición cometida contra la Revolución por algunos de sus jefes. A estos traidores, les dice, hay que castigarlos con el desprecio y la pérdida de la confianza pero no hacer responsable de sus yerros a la causa de la República. A la vez, les ofrece su protección: “Intransigible con los que auxilien al invasor, severo con los que ante él se humillen, seré a la vez que el defensor de la Patria, el que vele por vuestras personas e intereses, castigando severamente cualquier atentado contra unas y otros de que tenga conocimiento”.

Es notoria la importancia que se da en estas proclamas a la nacionalidad y a la Patria, muy acorde con las ideas de la época. Se pone a estos conceptos por encima de la vida y de las propiedades materiales, que pueden y deben ser sacrificadas en la defensa de ellos. Son esos bienes, la Patria y la nacionalidad, lo que los invasores franceses nos quitarán en caso de triunfar, dejando a los mexicanos en calidad de esclavos. “El francés os ofrece la existencia de los esclavos, nosotros las penalidades de los hombres libres”, dice a los ciudadanos el coronel Rojas.

A pesar de este tono conciliador y de las promesas de defensa de los bienes y vidas de los civiles, Antonio Rojas y su gente dejaron un recuerdo de crueldad y violencia contra los ciudadanos pacíficos que perduró por generaciones. Entre la gente de Autlán perduró hasta hace algunos años la expresión “Préstamos de Rojas”, para referirse a los préstamos de dinero o bienes de los que no se tenía esperanza de recuperar, como un recuerdo de los préstamos forzosos que el coronel republicano acostumbraba imponer a los pueblos a los que llegaba.

El coronel Antonio Rojas, sin embargo, siempre fue congruente en sus ideas políticas, a pesar de sus métodos brutales: peleó en el bando republicano durante la Guerra de Reforma y combatió a los franceses durante la Intervención. Su muerte, de hecho, ocurrió en combate contra las fuerzas francesas del capitán Berthelin en las cercanías de Unión de Tula, el 28 de enero de 1865.

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