Entre el tesoro documental que
guarda el Archivo Histórico Municipal de Autlán se encuentran, en la caja
correspondiente a los papeles de 1864, dos proclamas publicadas por el coronel
Antonio Rojas, fechadas en Zacoalco de Torres el 2 de enero de 1864. Impresas por
J. M. Fuentes, las dos proclamas están pegadas entre sí, formando una especie
de folleto de solo dos hojas, con un rótulo a manera de portada que escuetamente
dice “Proclamas de Antonio Rojas. Ene. 2, 1864”. Este rótulo es mucho más
reciente que las proclamas, a juzgar por la etiqueta con pegamento en que está
escrito y a que está formado con letras de máquina de escribir.
Las dos hojas están encabezadas
por la frase “El C. Coronel Antonio Rojas” y, a renglón seguido, se indica a
quién están dirigidas: “A sus compañeros de armas” la primera y “A sus
conciudadanos” la segunda. Ambas están redactadas en un tono muy firme pero
conciliador, el coronel Rojas llama a la reconciliación de los mexicanos luego
de los desórdenes y las heridas que dejó la reciente Guerra de Reforma
(entonces llamada simplemente la Revolución), a perdonar los agravios y unirse
para rechazar al invasor francés y a los traidores que fueron a traerlo de
Europa. Aunque reconoce que la Revolución causó desmanes entre la población, afirma
que éstos han sido disimulados entre hermanos y pide recordar las “gloriosas
conquistas” que logró por el pueblo y para el pueblo.
A los soldados, aunque parezca
incongruente con lo que ocurrió en la realidad, les exige respetar la
integridad y los bienes de los mexicanos, en el siguiente tenor: “De vuestro
patriotismo exijo un inviolable respeto a las vidas y propiedades de todo
ciudadano, sea del partido que fuere, pues hoy todos somos mexicanos”. Poco antes
les advierte que “el menor exceso de vuestra parte será un crimen de lesa
nación y como tal será castigado irremisiblemente”.
A los ciudadanos les pide fe y
abnegación para la defensa de la Patria y les advierte que es a ellos a quienes
toca la expiación por la traición cometida contra la Revolución por algunos de
sus jefes. A estos traidores, les dice, hay que castigarlos con el desprecio y
la pérdida de la confianza pero no hacer responsable de sus yerros a la causa
de la República. A la vez, les ofrece su protección: “Intransigible con los que
auxilien al invasor, severo con los que ante él se humillen, seré a la vez que
el defensor de la Patria, el que vele por vuestras personas e intereses,
castigando severamente cualquier atentado contra unas y otros de que tenga
conocimiento”.
Es notoria la importancia que se
da en estas proclamas a la nacionalidad y a la Patria, muy acorde con las ideas
de la época. Se pone a estos conceptos por encima de la vida y de las
propiedades materiales, que pueden y deben ser sacrificadas en la defensa de
ellos. Son esos bienes, la Patria y la nacionalidad, lo que los invasores
franceses nos quitarán en caso de triunfar, dejando a los mexicanos en calidad
de esclavos. “El francés os ofrece la existencia de los esclavos, nosotros las
penalidades de los hombres libres”, dice a los ciudadanos el coronel Rojas.
A pesar de este tono conciliador
y de las promesas de defensa de los bienes y vidas de los civiles, Antonio
Rojas y su gente dejaron un recuerdo de crueldad y violencia contra los
ciudadanos pacíficos que perduró por generaciones. Entre la gente de Autlán
perduró hasta hace algunos años la expresión “Préstamos de Rojas”, para
referirse a los préstamos de dinero o bienes de los que no se tenía esperanza
de recuperar, como un recuerdo de los préstamos forzosos que el coronel
republicano acostumbraba imponer a los pueblos a los que llegaba.
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