Los trabajos de la tarde fueron
dirigidos por el profesor Carlos Efrén Rangel y tuvieron como objeto la primera
parte de la novela, hasta la página 28 (la novela no tiene divisiones), en la
que el protagonista expone la confusión previa a emprender el trabajo de
escribir la novela: los recuerdos, las distracciones, las reflexiones, el
alargar el momento previo para que el placer dure más.
Para analizar esta sección de la
novela, Carlos propuso una serie de actividades. En la primera, pidió a los
asistentes que nos presentáramos de manera breve, diciendo nuestro nombre y las
cosas que suelen distraernos cuando nos disponemos a hacer un trabajo que va a
exigir nuestra total atención. Entre los distractores más comunes se
mencionaron las redes sociales y el celular, las tareas domésticas, otras
actividades u obligaciones que tenemos pendientes y el asalto de pensamientos
sobre temas aleatorios y ajenos al trabajo que se va a emprender. Esta dinámica
sirvió para comprender el momento que vivía el autor (y el protagonista, o
viceversa) de la novela antes de comenzarla.
La segunda tarea de la tarde fue
crear una “confusión colectiva de conocimientos”, es decir, una como lluvia de
ideas sobre lo que cada lector encontró en la primera parte de la novela. Esta actividad
se dividió en cuatro partes, en cada una de las cuales los participantes
anotábamos en un trozo de papel los datos que se nos pedían, para pegarlos
enseguida en una hoja grande de papel, de donde se leían al pleno. De esta
forma, se fue definiendo, con las aportaciones de todos, el aparente caos con
que comienza la novela.
Fueron cuatro los elementos que se
trabajaron de esta forma: los rasgos distintivos del protagonista, las acciones
que éste realiza al comenzar la novela, las distracciones que lo aquejan y los
rasgos en común entre el protagonista y Antonio Alatorre, autor de la novela. Los
elementos que más se repitieron fueron los siguientes:
En los rasgos del personaje,
además de lo más obvio, como el nombre de Guillermo y que se trata de un
hombre, se le definió como de edad madura y alto.
Las acciones que los lectores más
notaron fueron escribir, beber gin tonic, escuchar música y añorar.
Las principales distracciones fueron
sus recuerdos, sus propios pensamientos y, de nuevo, el gin tonic.
En los rasgos en común entre
Guillermo y Alatorre aparecieron su infancia en Autlán, el paso por el seminario,
el que ambos se ocuparon de la dirección de una revista, su edad y sus
actividades, como escribir y revisar textos.
La última actividad incluyó el
uso de una baraja de lotería: en grupos de tres talleristas fueron repartidas igual
número de cartas y el participante que tuviera la de número más alto tendría
que dar su pronóstico de lo que seguiría en la novela. La mayoría opinó que el
protagonista continuaría añorando su infancia y juventud o que tendría un
acceso de migraña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario