martes, 20 de agosto de 2019

Nomenclatura urbana 16: calle del General Anaya



Una de las calles más cortas de Autlán y acaso la única de vocación completamente comercial es la del General Anaya, que corre de norte a sur desde Venustiano Carranza para convertirse, una cuadra más adelante, en Guadalupe Victoria. Es la calle de las fondas del mercado Juárez y donde se encuentra la parada de cuatro rutas de transporte público.

Vista de General Anaya hacia el sur.

Sede de la casona de las señoritas Michel (las Michelitas) y del magnífico mercado Juárez original, destruido en 1953, en la calle General Anaya podemos ver, aguzando un poco la vista, algunos vestigios de arquitectura tradicional asomándose tímidamente entre rótulos de negocios y carteles pegados, con permiso o sin él, por todas partes: la acera oriente está ocupada completamente por la relativamente nueva arquería del mercado Juárez, con pilares de cantera que pretenden evocar la mejor época de la imagen urbana autlense (aunque medio tapados con los toldos con los que las fondas se defienden del sol), pero lo verdaderamente valioso podemos encontrarlo en la más bien fea acera poniente. Ahí vemos cómo la línea superior de las fachadas tiene líneas continuas, por lo menos en su primera media cuadra, lo que da testimonio de un origen común. Hay también algunas ventanas verticales, con rejas de hierro, que ahora sirven como escaparates de la ropa que ofrece un comerciante; y puertas también verticales, con marcos, bases y escalones tradicionales, que no han podido ser desplazadas por cortinas de acero. Además, se repite la pintura con tonos ocre (a excepción de los colores chillones de una paletería), con guardapolvo, menos en la esquina sur. Todos estos vestigios están medio sepultados bajo toldos para proteger los negocios del sol, anuncios de los negocios, minibuses haciendo su parada y usuarios esperándolos.



Algunos detalles de arquitectura tradicional.

Al ser una calle tan céntrica y comercial, la de General Anaya es profusamente transitada por toda clase de vehículos, muchos de ellos además se estacionan aquí: camiones de proveedores de toda clase de mercancías se detienen “un ratito” para surtir a las paleterías, taquerías, tiendas de ropa, dulcerías y otros negocios que se encuentran sobre esta calle o las aledañas. También hay un par de pescaderías, una carnicería, una mercería, entre otros giros. Hasta hace pocas semanas funcionó una de las últimas tortillerías de las de antes, donde uno hacía fila para comprar las tortillas recién salidas de la máquina. Ahora está cerrada, como la mayoría de sus hermanas, y no sabemos qué uso tendrá su local.
Como ya dije antes, la acera oriente está ocupada por el área de fondas del mercado, por donde es casi imposible caminar entre 8:00 y 16:00 horas sin que las empleadas de estos negocios le ofrezcan a uno amablemente de desayunar o de comer, con largas letanías que le evitan a uno la molestia de responderles, por falta de tiempo: “Buenos días, joven, ¿va a comer? Tenemos chilaquiles, carne de res, huevos al gusto, menudo, jugo de naranja, café de olla…”. Para cuando terminan, uno ya caminó diez metros más allá de la fonda y se encuentra escuchando a la trabajadora del puesto siguiente. En este lado de la calle está un estacionamiento de motocicletas, caótico y saturado casi siempre.

El área de fondas del mercado.

El estacionamiento de motos.

Mientras espero el minibús en esta calle, a veces me da por imaginar cómo se vería la plaza de toros de madera y petates que se montaba en el sitio que ahora ocupa el mercado, por allá en el siglo XIX: cómo trabajarían los hombres que la armaban, las filas de aficionados esperando a entrar al festejo taurino, las notas de la banda durante la corrida, la llegada del ganado. Ahora, el único detalle taurino lo ofrece la fachada de la carnicería La Verónica.


Pedro María Anaya, el personaje cuyo nombre abreviado lleva esta calle, fue un general mexicano, defensor de la República durante la invasión estadounidense. A él le tocó hacerle frente al invasor en la Batalla de Churubusco, el 20 de agosto de 1847, y rendirle la plaza al verse sin existencia del parque adecuado para los fusiles que portaba su tropa; al serle requerido el armamento por el general estadounidense David Emmanuel Twiggs, Anaya le espetó: “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”. Pedro María Anaya también fue presidente sustituto de la República en un par de periodos, entre 1847 y 1848.

Vista de General Anaya hacia el norte.

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