jueves, 6 de junio de 2019

Autlán, junto al camino del agua


El valle de Autlán es un espacio geográfico limitado al norte, al sur y al poniente por los imponentes relieves de las sierras de Cacoma y Manantlán. Su única salida natural es hacia el oriente donde, luego de trasponer algunas elevaciones de menor importancia, es posible llegar al Llano Grande. Situado entre la Tierra Pródiga de Agustín Yáñez y el Llano en llamas de Juan Rulfo, el valle de Autlán es también un sitio de encuentro entre el clima tropical de la costa y el más templado de la sierra. Su ahora olvidada vocación fronteriza se refuerza cuando recordamos que este valle estaba justo en la línea divisoria entre la Nueva España, a la que perteneció Autlán mientras formó parte de la alcaldía mayor de Colima, y la Nueva Galicia, una de cuyas poblaciones fundadoras fue la vecina Villa de Purificación.
En el extremo poniente del valle se encuentra la ciudad de Autlán de la Grana, cabecera del municipio de Autlán de Navarro. No tenemos una noticia cierta de cuándo y cómo comenzó a poblarse: según Joseph B. Mountjoy los primeros pobladores habrían llegado hacia el año 1000 a. C., desde el sur, quienes han dejado evidencia arqueológica que muestra que cuando llegaron aquí ya dominaban la agricultura. La arqueóloga estadounidense Isabel Kelly identificó en el valle de Autlán 43 sitios con este tipo de evidencias que le permitieron establecer cuatro fases de desarrollo cultural entre los principios de nuestra era y la llegada de los españoles.
Aunque perdido en la bruma de la leyenda, la tradición oral cuenta las hazañas del héroe autleco Capatzin o Capaya, quien habría combatido bravamente a los invasores europeos cerca de Coahuayana, en el actual Michoacán. Lo que sí conocemos con certeza es que los españoles llegaron a Autlán el 4 de mayo de 1525, fecha en que el visitador Francisco de Vargas, quien venía con la expedición de Francisco Cortés de San Buenaventura, describió a nuestro terruño como “…la ciudad de Autlán… en un llano en torno a tres leguas entre arboledas de frutas…”, que además contaba con 2,200 casas y 4,400 hombres, sin contar con mujeres y niños. Se trataba de la población más grande que encontraban en esta región.
Autlán no estaba en esa época en el sitio que ahora conocemos, sino dividida en dos “barrios”, uno ubicado al norte, en las inmediaciones de Los Arquitos, y otro hacia el oriente, cerca del llamado potrero del Pollo. El establecimiento de los frailes franciscanos en 1543 en el sitio que ahora ocupa la parroquia del Divino Salvador y la instalación del hospital en el actual barrio de Las Montañas fueron los incentivos para que la población indígena y los nuevos vecinos españoles se concentraran en un solo punto.
La población indígena fue “repartida” a los encomenderos Hernán Gómez y Hernán Ruiz de la Peña y desde la segunda mitad del siglo XVI Autlán ya era alcaldía mayor, calidad que no perdería durante toda la Colonia. De esta época quedan vestigios físicos en el edificio de la parroquia y en el antiguo acueducto que traía agua del arroyo de Ayutita. Luego de conseguida la independencia de México Autlán conservó su preminencia política, siendo cabecera del 6° cantón de Jalisco y del municipio de Autlán. Como una curiosidad política, Autlán también llegó a tener el mismo rango que Guadalajara durante el II Imperio, luego de que el emperador Maximiliano encargara hacer una nueva división política del país en 50 departamentos, uno de los cuales tuvo como capital a Autlán.
Autlán fue hasta mediados del siglo XX la capital económica, política y cultural de un pequeño “reino” que se extendía por lo que ahora es la Costa de Jalisco y parte de la Sierra Occidental, una región mal comunicada con el centro del Estado y con el resto del país, lo que permitió que se generaran y se conservaran aquí costumbres y tradiciones que en otras regiones se perdieron, como el Carnaval taurino y ciertos tipos de música. En Autlán existieron también establecimientos comerciales e industriales que abastecían de los mantenimientos necesarios a toda esta amplia región.
Esta situación cambiaría con la apertura de la carretera a Guadalajara en 1935, que propició que Autlán homogeneizara su cultura y su economía con respecto al resto del país, al mejorar la comunicación y permitir la llegada de nuevas costumbres y productos. Esto provocó cambios en tradiciones que habían permitido casi sin variación durante generaciones y una crisis económica que fue paliada con la instalación aquí de la Compañía Minera Autlán, la principal productora mundial de manganeso, en 1953. Luego, en 1970, el Ingenio Melchor Ocampo provocaría un nuevo resurgimiento económico, que se replicaría en los años 1980 con las empacadoras de hortalizas.
Desde 1939 Autlán cuenta con educación secundaria, con preparatoria desde 1959 y con educación superior desde 1980, siendo pionera en la región en todas ellas, además de en los servicios médicos gracias al hospital de Las Montañas, que da servicio a toda la región desde 1950. En la actualidad, con alrededor de 60 mil habitantes, Autlán es sede episcopal y “polo de desarrollo” de la región Sierra de Amula, además de proveedora de servicios administrativos, educativos y culturales para todo el suroeste de Jalisco.
En fin, quizás sea cualquiera de los frutos cuyo cultivo permite la fértil tierra del valle, que hicieron exclamar a algún poeta local que quien aquí muera de hambre no merece ni la fosa; quizás sea el hechizo de las aguas del Coajinque que menciona la leyenda; tal vez sea el clima festivo de su Carnaval… el caso es que muchos de los que se van de Autlán lo hacen añorando regresar.

Fuentes:
* Autlán de la Grana. Población y mestizaje. Lilia Victoria Oliver Sánchez, 2015.
Crónicas de Autlán de Navarro, Jalisco. Ernesto Medina Lima, 2000.
El Valle de Autlán. Ramón Rubín, 1987.
La tierra no se vende; o, ¿sí?. Hirineo Martínez Barragán. 2015

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