miércoles, 1 de febrero de 2017

La música en el Carnaval de Autlán a través del tiempo. Primera parte.

Un conjunto de cuerdas. Colección fotográfica de la Casa de la Cultura Efraín González Luna.

Aunque lo que le da fama y una personalidad especial al Carnaval de Autlán es el aspecto taurino, esta fiesta es impensable sin la música, un elemento por lo menos tan importante como la tauromaquia.
En este trabajo haremos un recorrido superficial por los géneros y modas musicales que han marcado diferentes épocas del Carnaval de Autlán desde los agitados años posteriores a la Revolución hasta la actualidad. Por encima de todos merece una mención especial la chirimía, cuyo sonido festivo ha servido como fondo musical de los carnavales autlenses desde tiempo inmemorial hasta nuestros días.
Este texto, que espero sea complementado con los recuerdos y comentarios de los lectores, está dividido en tres épocas, más una de transición, establecidas con base en los géneros musicales dominantes y en acontecimientos históricos que influyeron en la organización del Carnaval, como la apertura de la carretera federal 80 y la inauguración del Casino Autlense, entre otros.
Comencemos, pues, con la primera parte:


“Bebamos alegremente de este vaso,
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite…”
Fragmento del Brindis, de La Traviata.

Primera etapa (1920-1935): En un contexto de agitación social y política, con gavillas de bandoleros operando todavía en la región y la presencia constante de militares en el pueblo, los Carnavales autlenses se siguieron organizando regularmente, con la excepción del año de 1927. La música de estas fiestas se escuchaba en los recibimientos, bailes y serenatas, estas últimas en el kiosco del jardín Francisco I. Madero, hoy Constitución. Los recibimientos eran ofrecidos por los organizadores de los festejos del día al ganadero que ponía los toros para la lidia y el jaripeo. Podían desarrollarse en el hotel Turco (hoy Casa Universitaria), el Concordia, en el teatro Orozco o en el Mutualista. Eran amenizados por orquestas que tocaban música para bailar, popular, como sones o jarabes.
Los bailes se organizaban en esos mismos lugares, por la noche. Eran de gala tanto en su organización, con la presencia de ujieres y salones de guardarropía, como en el atuendo que se exigía a los asistentes y también en la música: se escuchaban en ellos orquestas de cuerdas y alientos que tocaban música bailable, aunque de influencia europea y norteamericana, como valses, mazurcas, chotises y fox trot, bailados por los asistentes en un piso lleno de aserrín y “forrado con mantas restiradas y emparafinadas”, según don Jaime Llamas. Había otros bailes, en los patios de casas particulares o en locales modestos, como la Plaza de Gallos, netamente populares, sin etiqueta, a donde el pueblo podía llegar vestido con la ropa que le permitía su estatus social y donde se podían bailar los sones y jarabes populares, con grupos pequeños de cuerdas y alientos.
Las serenatas del kiosco no eran precisamente de música para bailar, sino para ambientar un rato de convivencia y romanticismo: los jóvenes la oían mientras daban vueltas al jardín mientas los adultos permanecían sentados en las bancas alrededor del kiosco.
En las crónicas periodísticas de la época también se consigna la organización de lunchs, actividades en las que se agasajaba a los ganaderos del día con una comida y música, a la manera de un recibimiento.
La señora Graciela Michel Corona me dio acceso al programa de una de estas serenatas de la década de 1920, que ella conserva, en el que se consignan las siguientes piezas:

Colonel Roosevelt, un two step de Louis Phillipe Laurendeau.
Todo París, un vals de Emile Waldteufel.
Il Trovatore, de Giuseppe Verdi.
Marte y Venus, polka.
La Traviata, de Giuseppe Verdi.
Marcha fúnebre, de Federico Chopin.

Los grupos musicales que participaban en estos Carnavales eran casi todos autlenses, y muy pocos eran traídos de otras poblaciones de la región. No se contaba comúnmente con orquestas tapatías o de lugares más lejanos a causa de las malas condiciones de los caminos y lo peligroso de transitarlos, en una época de fuerte agitación social.
Entre los grupos que participaron en los Carnavales de esta época están la banda de música de Unión de Tula, que dio una serenata el 4 de marzo de 1919 a las 7 de la tarde en el kiosco (El Informador, jueves 13 de marzo de 1919), una banda militar traída por los oficiales del destacamento de Autlán en el Carnaval de 1920 para el baile del día que les tocó organizar (los militares constituían un gremio) y para las serenatas del kiosco y cuya ausencia se lamentaba al término de las fiestas (El Informador, viernes 27 de febrero de 1920) y la Banda Autlán, dirigida entonces por Feliciano García y Nicolás Sánchez Gómez.

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