lunes, 26 de agosto de 2013

La Llorona en El Higueral



Los descendientes de la familia Gómez Lazareno todavía cuentan la historia de cuando en el rancho El Higueral sus habitantes escucharon lo que creyeron que fueron los lamentos de La Llorona.
Eso ocurrió a finales de los años 20, cuando El Higueral era un próspero rancho, rodeado por otros ranchos que con el tiempo se convertirían en pequeños pueblos, como El Rodeo y Ahuacapán. Llegar al pueblo más cercano, Autlán, tomaba varias horas de camino a caballo.
Al caer la tarde la familia Gómez Lazareno, dueña del rancho, ya se encontraba recogida en la casa principal. Sobra decir que todavía estaba lejano el día en que a la propiedad llegaran servicios como la energía eléctrica. Cuando ya era noche cerrada, el rezo del rosario se interrumpió por los desgarradores alaridos de mujer que se comenzaron a escuchar en el potrero, muy cerca de la casa. La voz de la desgraciada mujer no articulaba ninguna palabra, solamente expresaba con gritos y lamentos lo que parecía ser un terrible sufrimiento.
Creyendo que Ladislao, uno de los peones, desahogaba su borrachera golpeando a su mujer en su casa, que estaba dentro del rancho, don Víctor, el patriarca de la familia, y su hijo mayor salieron a tratar de meter en cintura al supuesto agresor. Sin embargo, no pudieron salir de la casa porque, al abrir la puerta principal, se precipitaron hacia el interior todos los perros del rancho que, chillando y temblando de miedo, se habían hecho bola contra la puerta.
Cuando por fin pudieron salir, los alaridos ya se oían más lejos de la casa, siguiendo el cauce del arroyo que cruzaba la propiedad y que corría hacia la ex hacienda de Ahuacapán. En las casas de los peones no solo no había violencia, sino que sus habitantes también estaban encerrados y muertos de miedo.
Aunque ya nunca se volvió a escuchar algo parecido, los habitantes de El Higueral jamás pudieron olvidar esa experiencia.

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