jueves, 22 de agosto de 2013

El Cerro de la Capilla



El Cerro de la Capilla es una pequeña montaña que limita al pueblo de Autlán al noroeste. Se trata de una extensión de la sierra de Cacoma que se interna en el valle de Autlán y en la mancha urbana del pueblo.
Llamado por los habitantes prehispánicos Cinacantépetl (Cerro de los Murciélagos) es, junto con el Coajinque, uno de los elementos geográficos más importantes para la identidad de Autlán. El Cerrito, llamado así coloquialmente por los autlenses, es la sede de la capilla dedicada a la virgen de Guadalupe, la versión local del santuario del Tepeyac que se repite en muchas de las poblaciones de México junto con las festividades del 12 de diciembre.
También en el Cerro de la Capilla residen muchas de las leyendas más conocidas y recordadas de Autlán (que detallaremos en entradas posteriores): la Cueva del Ermitaño, la Piedra del Cerrito, el Volcán de Aire, la Escalera del Diablo… historias que se han ido transmitiendo oralmente durante siglos.
En la actualidad el Cerrito es uno de los sitios preferidos por los autlenses para realizar diversas actividades deportivas: el simple hecho de subir por alguno de los dos caminos (el de la calle 20 de Noviembre, empinado y áspero o el “de la carretera”, por el lado del barrio de Las Montañas, mucho más suave) ya es un buen ejercicio, pero además pueden hacerse caminatas más largas por el camino que rodea la cima del cerro, lo mismo que paseos en bicicleta de montaña.
Otra actividad muy popular en el Cerrito en estos días es la fotografía: son típicas las panorámicas del pueblo desde la capilla o desde la piedra a cualquier hora del día y especialmente bellas son las fotos de amaneceres.
Aunque muchas personas limitan la importancia del Cerro de la Capilla a la actividad religiosa, la importancia de este lugar para los autlenses de cualquier ideología o clase social es de origen mucho más variado: como simple punto de referencia para ubicarse geográficamente, como parte de uno de los barrios más tradicionales de Autlán, como escenario de correrías infantiles y juveniles, como símbolo autlense que acompaña a los exiliados…
El reseco y pedregoso Cerro de la Capilla seguirá viendo pasar generaciones de autlenses, como lo ha hecho desde que nuestros primeros antepasados se asentaron aquí.

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